19 de enero de 2016

Revista Ideele - Los problemas del estado mínimo

Caricatura: Carlín
por Alonso Núñez del Prado Simons*

Las consecuencias de la liberalización de los mercados y la globalización –que quieren ser vistos positivamente por algunos sectores–, tienen también grandes problemas. Si revisamos la historia reciente de nuestro país veremos que el Gobierno ha perdido mucho poder. Recordando al primer Alan García veremos que el poder que tenía en ese entonces el gobierno era mucho mayor que el que tiene actualmente el de Ollanta Humala y antes el de Alejandro Toledo. No quiero mencionar a Fujimori porque era un caso especial en que por una serie de circunstancias, incluido su autoritarismo y por supuesto la presencia de Vladimiro Montesinos y sus chantajes, todavía conservó e incluso incrementó el gran poder gubernamental de ese entonces. El Estado más pequeño –todavía muy lejos de ser eficiente– ha cedido terreno (poder) ante el sector privado y algunos –entre los que me encuentro– considerarán que no debería ser motivo de queja, salvo porque el péndulo se ha ido al otro extremo y ahora el poder económico (empresariado) más los medios pueden ‘arrinconar’ al Presidente y además pretender manejar la agenda y establecer los derroteros del gobierno, como ha ocurrido durante el actual período que está en sus últimos meses. El caso del segundo García es también especial por su cercanía al poder económico, su innegable capacidad de liderazgo, su experiencia y la bonanza externa que vivió durante su mandato, salvo por la crisis del 2008.

Lo que ha ocurrido es lo que me adelantó hace muchos años un amigo (Lucho Tejeda Macedo), quien cuando yo defendía la necesidad de reducirlo al mínimo, me advirtió de los riesgos del Estado pequeño, haciéndome notar que tendría menos poder y estaría sujeto a las presiones de los grandes poderes económicos, en especial de las transnacionales. Y como hemos visto esto se está cumpliendo casi textualmente y algunos de los espacios de poder que antes tenía el gobierno están ahora ocupados por el ‘sector privado’ incluidos los medios, por lo que el Ejecutivo tiene mucho cuidado cuando sus decisiones pueden afectar a los ‘dueños de la pelota’ y cuando lo hace se tiene que enfrentar con una guerra en todos los niveles en que los que se autodenominan liberales, esbirros del poder económico –que por lo general trabaja detrás de bambalinas–, salen a defender a sus patrones para que les sigan haciendo encargos profesionales. El problema es que el liberalismo tiene sus exigencias y a veces sus defensores tendrían que enfrentarse al poder económico, pero son pocos los liberales consecuentes los que lo hacen y que llevan sus principios hasta el límite de arriesgar sus ingresos y su estatus.

Como nos enseña la historia, el péndulo se va moviendo de un lado al otro y cuando llega a uno de los extremos produce reacciones que es difícil predecir, pero los abusos que están cometiendo quienes detentan el poder en la actualidad y que, lamentablemente, no miran más allá de sus narices, pueden resultar en un retorno a un Estado que vuelva a concentrar por lo menos parte del poder que ha perdido. Mas eso parece no preocuparles ya que al final, como suele decirse, el capital no tiene patria, migra adonde pueda hacer más utilidades y se acomoda a las circunstancias sin límites éticos, subiéndose al carro del poder, como vimos los peruanos que se hacía durante los gobiernos de Velasco y Fujimori.

Lo que por desgraciada nos muestran los hechos una vez más es que lo que suena bonito en la teoría es muy diferente cuando aterriza en la realidad, porque siempre hay factores que no pueden preverse. Parece ser muy difícil lograr que el péndulo deje de moverse hasta los extremos y que logremos que reduzca su vaivén hasta oscilar mínimamente, como hasta cierto punto han logrado algunas de las democracias más desarrolladas, aunque sin duda sería mejor lograr separar los ámbitos político y económico en todo lo posible de tal manera que las presiones de los grupos de poder del dinero fueran consideradas poco menos que un delito, pero para lograr tal cosa tendremos que remar y esperar varios años, porque la madurez llega luego de muchos errores, tropiezos, retrocesos y caídas.

San Isidro, 19 de enero de 2016
* Abogado MBA

Publicado en la Revista Ideele (N° 257) el 19 de febrero de 2016

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