Foto: La República |
A raíz de las declaraciones de Luis Iberico, nuevo Presidente del Congreso, sobre su intención de trabajar en la nueva legislatura una reforma electoral, en los últimos días se ha iniciado un debate sobre el tema.
Considero que la mayoría de políticos (hay excepciones) que hemos tenido que soportar desde la década fujimorista ha decepcionado tanto que ahora algunos quieren volver a un sistema de partidos, pero olvidando que éste tiene también importantes deficiencias y no me refiero sólo a las que vivimos antes de los 90’s en nuestro país, sino al que rige en la mayor parte de democracias en el mundo.
En un sistema de partidos –como lo hizo notar hace varios años el republicano español, Antonio García Trevijano[1]– el gran poder se traslada a la dirigencia que controla el partido, que puede manipular a los miembros de su propia bancada con la simple amenaza de no volverlos a postular en la siguiente elección. Existe también el problema de que la agenda pública sea controlada por estas agrupaciones y sus cúpulas y que la mayor parte de la población sólo tenga opinión cada vez que se cumpla un período gubernamental y tenga que votar.
Personalmente, preferiría un sistema más directo en que los congresistas, diputados o senadores representen a un número específico de electores a quienes tengan que dar cuentas e incluso consultar en casos importantes, de tal manera que sería la propia población la que tomara las decisiones hasta el punto de que en determinados casos (habría que especificarlos) pudiera vacar a su representante. Un sistema de esas características haría por lo menos más difíciles que sean las cúpulas de poder las que tomaran las decisiones, aunque si no está bien diseñado podría traer consigo inestabilidad y que algunas no se tomen por razones de Estado, sino más bien electorales, pero el Senado podría tener un contrapeso importante en ese modelo.
El otro ingrediente necesario y que tendría que estar muy vinculado con el anterior es lo que en inglés se llama ‘Accountability’ o necesidad de que los gobiernos de todos los niveles, especialmente el nacional, rindan cuentas de sus gestiones y que tiene que pasar por la obligación de presentar detallados programas o planes de gobierno o de gestión en cargos como el de congresista y luego de cumplirlos, así como sus ofertas electorales.
El gobierno de Humala ha hecho evidente que los centros de poder no están interesados en que esto ocurra. Se reclama cuando es una promesa cuyo cumplimiento es de interés de quienes exigen su ejecución o sirve para criticar a determinado gobierno, pero si por el contrario no quieren que se cumpla, y prefieren no mencionarla, que se olvide y no se realice. En otras palabras ‘cada uno jala agua para su molino’ y hay pocos interesados en la creación de una institucionalidad que haga predecible a la administración de turno y nos permita erigir un Perú en que tengan espacio todos los peruanos.
Resumiendo, tenemos que construir un sistema en que los partidos estén conectados, involucrados y rindan cuenta a sus votantes, evitando que quienes tomen las decisiones sean los miembros de la camarilla que usualmente los maneja y que con frecuencia hace eco de los grupos de poder que tienen llegada a ellos y no de los electores que, en realidad, son quienes les han delegado el poder por un plazo específico de tiempo.
Me imagino que las críticas a mi propuesta vendrán de quienes como parte de los ‘grandes intereses’ prefieren mantener el statu quo o de los que gustan de legislar imitando sistemas extranjeros y que ‘ya han sido probados’ y dirán que en ninguna parte se hace algo así, cuando lo que corresponde es hacer leyes diseñadas respondiendo a nuestra realidad y no a lo ocurrido en otras latitudes. Tenemos que confiar en nosotros y ser capaces de pergeñar nuestras propias normas.
San Isidro, 7 de agosto de 2015
* Abogado-MBA
Publicado en el diario ‘Gestión’ (Pág. 21) el 26 de agosto de 2015
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