por Alonso Núñez del Prado S.
La historia del Perú ha venido siendo una sucesión de “democracias” seguidas por dictaduras, debido especialmente al fracaso de las primeras, sin que con esto pretenda justificar las segundas. Nuestros intentos democráticos han tendido a debilitarse, terminando por colapsar, dando oportunidad al reclamo que con mucha frecuencia todavía hacen algunos peruanos, de un gobierno fuerte que asuma la responsabilidad y el encargo de aquellos que pretenden no contaminarse con la política y prefieren que alguien se haga cargo y “los dejen trabajar”, olvidando que la construcción del Perú es tarea de todos y que sólo así tendremos un país verdaderamente democrático y en el que imperen la libertad y la justicia.
La historia del Perú ha venido siendo una sucesión de “democracias” seguidas por dictaduras, debido especialmente al fracaso de las primeras, sin que con esto pretenda justificar las segundas. Nuestros intentos democráticos han tendido a debilitarse, terminando por colapsar, dando oportunidad al reclamo que con mucha frecuencia todavía hacen algunos peruanos, de un gobierno fuerte que asuma la responsabilidad y el encargo de aquellos que pretenden no contaminarse con la política y prefieren que alguien se haga cargo y “los dejen trabajar”, olvidando que la construcción del Perú es tarea de todos y que sólo así tendremos un país verdaderamente democrático y en el que imperen la libertad y la justicia.
La democracia es fruto del ejercicio general de la misma. Son demócratas los que actúan como tales en su casa y en su empresa. Es una práctica que casi tiene que ingerirse con el biberón, practicarse en las escuelas, en las universidades, en los centros laborales y, por supuesto también en las dependencias estatales.
En el Perú nada de esto ocurre, por lo menos en la mayoría de los casos, lo que nos lleva a plantearnos la necesidad de construir la democracia y para hacerlo el único camino conocido es el de crear las instancias e instituciones que la hagan posible.
La corrupción y el estrepitoso final del gobierno de Fujimori, que destruyó las incipientes e imperfectas instituciones del país, han creado el marco para el inicio de un proceso de reinstitucionalización que debe ser llevado de la forma más eficiente posible, para que en el futuro no se repita lo vivido. Este edificio sólo podrá ser construido, haciéndolo fuerte en sus cimientos y estructura, para que no pueda ser derruido por un nuevo dictador, sin mayores esfuerzos, como lo hemos visto. Las instituciones que destrozó el fujimorismo tenían pies de barro, sino traerlas abajo no hubiera sido tan fácil.
En nuestra historia la ruptura entre gobernantes y gobernados sólo ha tenido interrupción durante los períodos electorales, en los que con frecuencia se engaña a los votantes mediante promesas que de antemano se sabe no podrán ser cumplidas o que son hechas en razón de la ignorancia de los candidatos de la real y verdadera situación en que recibirán el mando. En consecuencia, es parte fundamental del proceso de construcción de una verdadera democracia, la educación y la creación de una conciencia que se sienta electora y por tal acreedora de las promesas electorales de sus gobernantes, en la sociedad civil.
Como corolario de lo antes expuesto, propongo crear en la nueva constitución una instancia independiente —una Fiscalía de la Democracia — que cumpla con la función de fiscalizar el cumplimiento de las promesas electorales mediante, primero, la recopilación de las mismas contenidas en el Plan de Gobierno y en los diversos discursos, entrevistas y similares dados durante el proceso electoral, sirviendo de puente entre el gobierno y sus electores; segundo, obligando a que en las próximas y futuras elecciones los candidatos hagan promesas responsables y posibles de llevarse a cabo: y tercero, por qué no, a que durante este gobierno se dicte una ley de partidos políticos que entre otras cosas obligue a los postulantes a presentar un detallado plan de gobierno, debidamente sustentado y a que, en consecuencia, el gobierno publique transparentemente la cifras y el detalle de sus actos durante todo su período.
Creemos que la coyuntura, aunque tiene sus inconvenientes, es especialmente buena, porque el actual gobierno durante su campaña, preparó y publicó su plan de gobierno, contra el que se puede contrastar ahora su actuación. El lado inconveniente, va por lo débil que es nuestra democracia, hoy día, después del fujimorismo, y por los ofrecimientos excesivos hechos por nuestro actual presidente en el período eleccionario. Esto último obliga a que la labor de la futura entidad tenga que ser especialmente prudente y cuidadosa, ya que en el afán de democratizar el país, se podría promover el caos.
San Isidro, 10 de septiembre de 2002
Publicado en El Comercio (Editorial), Pág. a13, el miércoles 16 de octubre de 2002, bajo el título Una Fiscalía de la democracia.
Publicado en Cuadernos de Espiritualidad (Pág. 31, # 98 de abril de 2002)
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