20 de diciembre de 2020

Revista Ideele - ¿Nueva constitución?



Escrito por Alonso Núñez del Prado Simons Imagen: Comercio.pe Revista Ideele N°295. Diciembre 2020

En los últimos días hemos visto como un número cada vez mayor de ciudadanos reclama una nueva Constitución para nuestro país y la verdad es que no los culpo, ya que en sus temores muchos grupos han difundido información parcial o manifiestamente falsa.

No creo que se pueda sostener racionalmente que la Constitución de 1993 haya sido la causa del crecimiento económico y la reducción de la pobreza de los últimos años. Considero que lo mismo podría haber pasado si siguiera vigente la carta de 1979. Han sido diversos factores como la caída del muro (con todo lo que eso significó), el ‘éxito’ chileno (que ya no lo es tanto), la moda del pensamiento neoliberal, un manejo profesional de la economía y del Banco Central de Reserva, el enorme crecimiento de la China y en general las políticas económicas de los gobiernos de los últimos tiempos que permitieron un mayor desarrollo empresarial.

Son muchos factores, entre los cuales podría estar la Constitución de 1993 en especial durante el gobierno de Humala que fue el único caso en que el modelo pudo haber estado a riesgo. No obstante, insisto en que todo lo ocurrido pudo ser similar sin que estuviera vigente la mencionada carta magna. En resumen, pienso que se le ha atribuido mucho más de lo que corresponde a la constitución vigente.

Personalmente, no estoy de acuerdo en convocar a una asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución. Creo que en todo caso tenemos que pensar en reformarla. La única razón que abonaría por hacer una nueva sería su origen fujimorista, por lo que es más razonable iniciar un debate nacional sobre los aspectos que deberían cambiarse y eso tendría que ocurrir a todos los niveles. No es el ideal que el pacto social que debe regirnos lo redacte un grupo de iluminados como ha ocurrido en nuestra denominada Constitución histórica. Sería conveniente que el tema se debata en la mayor parte de ambientes posibles y quizá al final haya un grupo pequeño que integre los aportes sometiéndolo a un referéndum.

Lo que pasa es que los grupos de poder tienen temor a que ciertos cambios los afecten y sostendrán que hacer lo que propongo es muy peligroso. Son los que se creen dueños de la verdad y consideran a los demás ignorantes, pero temen debatir, por ejemplo, el capítulo económico de la actual Constitución, como si no hubiera suficientes razones para defenderlo. Me parece equivocado ese camino que afirma que sólo un pequeño grupo de nuestro país está en capacidad de decidir lo que nos conviene.

Pensar que la nueva Constitución tuviera que ser redactada por personas similares a los integrantes de nuestros últimos congresos me da mucho temor. Es mejor extender el debate a todos los ámbitos, fijando un plazo, y que luego el próximo Congreso, debidamente asesorado, pueda estudiar y evaluar las posibles modificaciones. Lamentablemente, allí tendrán más influencia los grupos de poder, pero quedará reducida por el peso de la discusión previa, que a su vez permitirá la formación de grupos, asociaciones, gremios, etc. que tendrán todo el derecho reclamar si no se incluyen sus propuestas. No me cabe duda que será difícil y complejo, pero una Constitución nacida de ese modo tendrá toda la autoridad moral necesaria para regir nuestro destino durante los próximos años.

Hace poco el portal Enfoque Derecho de la PUCP ha publicado una entrevista que mi hijo Fabio le hizo a Bruce Ackermann, profesor de la Universidad de Yale y uno de los más ilustres constitucionalistas vivos, y éste recomienda que sigamos a Chile y optemos por una asamblea constituyente. Como ya indiqué, me da mucho temor, pero comprendo las razones del profesor Ackermann, quien sugiere que cambiemos a un sistema parlamentarista para nuestro país, por las ventajas que tiene para evitar los extremos. Empero, una opción de ese tipo que en teoría resulta atractiva, resulta difícil de implantar en el Perú, por nuestra tradición presidencialista que sería muy difícil de modificar y la resistencia que tendría en muchos de nuestros políticos y académicos que probablemente se opondrían a un cambio tan radical. Sin embargo, creo que no debemos descartar la propuesta. Conviene por lo menos discutir sus ventajas y desventajas.

Ser fieles a nuestra Constitución histórica no es necesariamente la mejor receta. Va siendo hora que nos atrevamos a legislar como respuesta a nuestra realidad y no imitando a otros países, como ha venido ocurriendo.

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