Los que no quieren participar son los que prefieren que otros les hagan el trabajo, los que gustan de las dictaduras, son los que prefieren dedicarse a sus negocios y que otros hagan lo que ellos prefieren no hacer. Entienden la política como "trabajo sucio", padecen lo que podríamos llamar "el síndrome del patrono" y quieren tener un grupo de "subalternos" que se encargue de la política, siempre que lo puedan "manejar". Aunque están entre los que se quejan, son en buena parte responsables de la corrupción reinante. Recordemos que no sólo es corrupto el que recibe o pide, sino también –y más– el que da. Ese grupo de gente no entiende –o prefiere no entender– que para que la política funcione es necesario que todos nos comprometamos y vigilemos y no sólo cuando estén involucrados directamente nuestros intereses, porque lo que en apariencia incumbe sólo a otros, siempre termina por afectarnos a todos. Si queremos que la "res publica" (asuntos públicos) se resuelvan de forma adecuada o por lo menos lo mejor posible, tenemos que dedicarle parte de nuestro tiempo y no como algunos que prefieren sólo hacer negocios o dedicarse a alguna otra actividad, "dejando la política a los políticos". Y el mal no es sólo peruano, sino bastante más generalizado. Por eso es que estamos como estamos…
El sistema no funciona, es necesario crear mecanismos constantes de control que hagan que los gobiernos tengan que consultar al menos los temas importantes, los ciudadanos puedan hacer llegar su voz y ésta sea escuchada.
Por lo menos en parte, el deficiente funcionamiento de los sistemas de representación es responsable de la ruptura existente entre gobernantes y gobernados y dentro de aquellos la liberación del mandato imperativo –que permite que los elegidos se desentiendan de los electores hasta el siguiente proceso electoral– tiene un peso importante, pero nadie quiere reconocerlo. Los elegidos (Poder Legislativo), porque les restaría poder y los poderes fácticos , porque reduciría de manera significativa su capacidad de manipulación.
El desarrollo de las ciudades y de los estados, como los conocemos, hacen por lo menos difícil pensar en un sistema que funcione y hasta donde podemos ver el problema es generalizado. Creo que el único camino es volver a unir al elegido con sus electores haciendo obligatoria una permanente rendición de cuentas, además de la del fin del período que en caso de incumplimiento debería resultar en duras sanciones.
En la actualidad, sólo los grupos de poder hacen llegar su voz e influyen en las grandes decisiones políticas. La voz de la mayoría sólo es atendida cuando el vaso está a punto de rebalsar, es decir cuando toman las carreteras o el nivel de la protesta llega a límites que obliga a que los medios le presten atención.
Esa "sordera" que es también "ceguera" es la que se acumula y con el tiempo causa las revoluciones o los movimientos como el de Sendero Luminoso. Sin embargo, cuando esto ocurre les echamos la culpa a sus líderes y los tildamos de asesinos, incapaces de percatarnos que somos nosotros mismos los que los hemos producido.
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